Consejos que darle a mi hija 5

Como hija de este universo, te encuentras inmersa en una realidad en constante expansión. Al igual que el cosmos, los datos se multiplican a una velocidad vertiginosa, desafiando nuestras percepciones y haciendo que los prejuicios sean cada vez más difíciles de mantener. La teoría del universo participativo sugiere que la observación no solo registra la realidad, sino que también la crea. Esto implica que cada uno de nosotros tiene un papel activo en la configuración de la verdad y la comprensión del mundo que nos rodea. En este contexto, resulta crucial reconectar con nuestra esencia como criaturas espirituales. A medida que navegamos en este universo en expansión, debemos nutrir y cultivar nuestra dimensión espiritual, permitiéndonos así abrazar la complejidad y la belleza de la existencia. Desde pequeña estás demostrando una gran curiosidad y ansias de nutrirte espiritualmente. Los años nos hacen cambiar a todos, espero que no pierdas esa parte tan necesaria para mantenerte feliz. 

Las casualidades son como pequeños destellos de misterio en nuestra vida cotidiana. A veces, anhelamos encontrar significado en lo inesperado, como si el universo estuviera tejiendo hilos invisibles entre los eventos. Nos aferramos a coincidencias, buscando patrones ocultos que nos conecten con algo más grande. Tu y una de tus mejores amigas os llamáis igual en dos lenguas diferentes. Eíra lo escogí porque fonéticamente me gustaba y etimológicamente significa miel y tu amiguita Asel es igual, pero del árabe. Estas pequeñas casualidades nos hacen sentir parte de algo más allá de nosotros mismos. 

Sin embargo, también hay momentos en los que nuestra mente juega trucos con nosotros. Creamos conexiones donde no las hay, atribuyendo significado a eventos aleatorios. Buscamos señales en las nubes o interpretamos sueños como profecías. A veces, nuestra curiosidad nos lleva por caminos imaginarios, y aunque sabemos que no hay nada más que casualidad, seguimos explorando. 

La dualidad de las casualidades nos mantiene alerta y nos invita a reflexionar. ¿Qué nos impulsa a ver patrones en lo caótico? ¿Por qué nos aferramos a la idea de que hay algo más allá de lo evidente? Quizás sea nuestra necesidad innata de encontrar significado en un mundo aparentemente aleatorio. Así que, mientras seguimos buscando señales y conexiones, recordemos que a veces, la magia está en la búsqueda misma, independientemente de si encontramos respuestas o no.  

Te voy a dar unos consejillos sobre redes sociales que es algo que me tiene siempre en un dilema, ya que son positivas en ciertos aspectos y son el mal en mucho otros… 

consejo #1: Comunicación Abierta 

Hablemos. Sí, así de simple. Quiero que sepas que siempre puedes venir a mí para hablar sobre tus experiencias en línea. Si ves algo que te hace sentir incómoda o confundida, no dudes en compartirlo. Juntos encontraremos una solución. 

Consejo #2: Configura tu Privacidad 

Las redes sociales son como una ventana a tu mundo. Asegúrate de cerrar las cortinas cuando sea necesario. Configura tus opciones de privacidad para que solo las personas que realmente conoces puedan ver tus publicaciones y fotos. Ante la duda pregúntame… 

Consejo #3: Sé Amable 

Recuerda que detrás de cada perfil hay una persona real. Trata a los demás con respeto y amabilidad. Siempre piensa antes de publicar algo. ¿Cómo te sentirías si alguien más lo dijera? 

Consejo #4: Verifica la Información 

No todo lo que ves en línea es cierto. A veces, las noticias falsas se propagan como un reguero de pólvora. Antes de compartir algo, verifica si es real. Pregunta: “¿Es esto creíble?”. 

Consejo #5: Tiempo Fuera de Pantalla 

Sí, las redes sociales son divertidas, pero también es importante desconectar. Sal a dar un paseo, lee un libro o juega con tus amigos. La vida real también es genial. 

Consejo #6: Sé Tú Misma 

No te compares con los demás. Cada persona tiene su propia historia y su propio camino. No te preocupes por cuántos “me gusta” tienes. Lo importante es cómo te sientes contigo misma. 

Por último, en los momentos de ira, cuando las palabras se convierten en tormentas y los pensamientos en relámpagos que surcan la mente, escribir puede ser un refugio. Tomar un papel y plasmar esos sentimientos efímeros, darles forma y luego desgarrar el papel en mil pedazos, es como dejar que esos sentimientos se disipen con cada trozo que cae. Es un acto catártico, una liberación física de la furia que, una vez en el papel, ya no nos pertenece. Así, en el silencio que sigue a la tempestad, encontramos la calma, y lo que una vez fue un huracán en nuestro interior se convierte en una brisa olvidada. 

Son sueños…

Mientras sigo preparando el temario TAI que quiero ir subiendo, os dejo un poco de sueños recurrentes. Estas ventanas a nuestro subconsciente tan desconcertantes como reveladoras…

Había una vez un chico llamado Miguel, que trabajaba diligentemente en la ferretería de su familia. Un día, mientras organizaba tornillos y clavos, su teléfono sonó con la voz familiar de su padre al otro lado. «Miguel, necesito tu ayuda en el mercadillo», dijo su padre con urgencia.

Sin dudarlo, Miguel cerró la tienda y se dirigió al bullicioso mercadillo donde su padre estaba montando un colorido puesto de herramientas. Pero al llegar, encontró que su camino estaba bloqueado por una multitud. Al acercarse, notó que un ladrón estaba intentando robar a un tendero vecino.

Con valentía y astucia, Miguel distrajo al ladrón, permitiendo que el tendero recuperara sus pertenencias. Agradecido, el tendero le ofreció a Miguel una caja de pasteles cuánticos, unos dulces muy especiales que, según decían, tenían el poder de hacer saltar a quien los comiera de dimensión en dimensión con cada bocado.

Miguel, incrédulo pero curioso, aceptó el regalo. Al probar el primer pastel, se encontró de repente en una dimensión donde todo era de cristal, brillante y frágil. Con cada nuevo bocado, saltaba a una realidad diferente: una donde la música coloreaba el aire, otra donde las palabras flotaban como globos…

Así, Miguel vivió incontables aventuras, aprendiendo y descubriendo maravillas en cada dimensión. Y aunque sabía que no podía quedarse en ningún lugar para siempre, cada mordida le enseñaba algo nuevo sobre la vida, el valor y la magia de lo inesperado.

Más trozos para el cascarón cósmico…

El 2023 fue un año en el que quise darlo todo y en el que viví muchas experiencias interesantes. Me dediqué todo el año a preparar unas oposiciones de auxiliar informático, compaginando mis estudios con mis responsabilidades como padre y trabajador. Estuve muy cerca de conseguir una plaza, pero no lo logré. Quizá uno de mis defectos es que soy demasiado optimista y he aprendido ahora que si en un examen te restan puntos, es mejor no arriesgar. Es algo que he aprendido después de esta experiencia. En el trabajo, estoy rodeado de un equipo de gente estupenda que hace que todo sea más fácil y agradable. Siento un gran aprecio por ellos y ellos me lo demuestran con su cariño y su reconocimiento. En la fiesta de fin de año, me sorprendieron con un regalo y unas palabras de agradecimiento por mi labor y mis logros. Son un grupo de mujeres y hombres de 10, bravo por Leroy Merlin y su selección de personal. Debido a las oposiciones, tuvimos que retrasar una mudanza, pero los tiempos de Dios son perfectos y, cuando llegó el momento, encontramos la mejor opción. Fue una metáfora de cómo estoy cerrando el ciclo que empezó con una mala racha por la pandemia y esta mudanza me ha hecho ver muchas cosas. Fue mucho trabajo, sí, las mudanzas son cansadas y trabajosas, pero también ves lo que has conseguido y cómo los recuerdos te van acompañando mientras vas buscando un hueco a cada cosa que quieres darle una nueva ubicación. Y este blog, esta anacrónica reliquia que puedes leer, va a tomar este año un nuevo enfoque más relacionado con los estudios que voy a continuar para TAI. El temario que voy elaborando y actualizando lo compartiré aquí por si le fuera de interés a alguien. Por supuesto, sin abandonar mis otras pasiones y ocurrencias. Muchas gracias por leerme y dedicarme un ratito de tu tiempo. ¡Feliz día!

Reflexiones éticas y filosóficas de optimismo:

El optimismo es una actitud que nos ayuda a afrontar la vida con esperanza y confianza. No significa ignorar los problemas o las dificultades, sino creer que podemos superarlos y aprender de ellos. El optimismo nos motiva a buscar soluciones, a aprovechar las oportunidades y a disfrutar de las cosas buenas que nos ofrece la vida. El optimismo es una virtud que nos hace más felices y más humanos.

Sin embargo, el optimismo no debe ser ciego ni irracional. Debemos ser conscientes de la realidad y de sus límites, y no caer en la ilusión o la fantasía. El optimismo debe estar basado en la razón y en la evidencia, y no en el deseo o la emoción. El optimismo debe ser crítico y responsable, y no conformista o pasivo. El optimismo debe ser realista y prudente, y no ingenuo o imprudente.

El optimismo no es una negación del pesimismo, sino una superación del mismo. El pesimismo es una actitud que nos hace ver la vida con desesperanza y desconfianza. Nos hace centrarnos en los problemas y las dificultades, y nos hace creer que no podemos superarlos ni aprender de ellos. El pesimismo nos desmotiva a buscar soluciones, a aprovechar las oportunidades y a disfrutar de las cosas buenas que nos ofrece la vida. El pesimismo es un vicio que nos hace más infelices y más inhumanos.

El optimismo y el pesimismo no son estados fijos e inmutables, sino que dependen de nuestra forma de pensar, de sentir y de actuar. Podemos cambiar nuestra actitud ante la vida, y con ello, cambiar nuestra vida. Podemos cultivar el optimismo y combatir el pesimismo, y con ello, mejorar nuestra felicidad y nuestra humanidad. Podemos elegir ser optimistas y no pesimistas, y con ello, hacer del mundo un lugar mejor.

Nada, todo, nada.

Los otros días fui a vender un televisor a una tienda de estas que te compran de segunda mano. No esperaba obtener mucho por él, pero me ofrecieron 10€. Aunque tenía la alternativa de venderlo por internet, el aburrimiento que me provoca el regateo y cuadrar horarios con el comprador me hacen que no me compense. El caso es que por esa ridícula cifra me dije a mí mismo que antes lo regalo, salí a la calle y cuando iba por la calle Mármoles abajo me dije que esa tele no volvía a casa. Y vi a un hombre mirando al sol con cara tristona y aspecto melancólico y le pregunté si quería una televisión. El hombre al principio no entendió lo que le quería decir, le repetí la pregunta y me dijo que “sí”. Se la di y se le cambió la cara, empezó a sonreír, le di el mando y salió corriendo con su inesperado regalo. Para lo que a mí no fue nada, para él fue todo en ese día. Para mí el acto no tenía valor, aunque ver cómo cambió la cara y se fue sonriendo y contento me valió todo. Y él se fue con una cara de alegría cuando no esperaba nada cuando miraba al infinito en esa esquina.

El todo y la nada, una de las partes que más me gusta de la física, tiene que ver con el premio Nobel otorgado este año a los investigadores que descubrieron el campo de Higgs. Los átomos están llenos de prácticamente nada, tienen tanto espacio libre entre ellos que no hay nada. Y sin embargo esa consistencia total que dan a toda la materia la proporciona el campo de Higgs, que les da masa a las partículas.

En el universo, por ejemplo, nuestra galaxia va a chocar dentro de miles de millones de años con la galaxia de Andrómeda y no pasará prácticamente nada porque el espacio entre los sistemas estelares es tal que cuando se fusionen es muy poco probable que haya choques y sin embargo se convertirán en un gran todo.

Todo es tan relativo, tan de perspectiva, que a veces olvidamos que lo que para nosotros es insignificante, para otros puede ser un tesoro. Y que lo que para nosotros es un problema, para otros puede ser una oportunidad. Y que lo que para nosotros es una realidad, para otros puede ser una ilusión. La física nos enseña que el mundo no es como lo vemos, sino como lo interpretamos. Y que la belleza y el valor de las cosas no están en ellas mismas, sino en los ojos que las miran. Por eso, debemos ser humildes y generosos, y no juzgar ni despreciar lo que no entendemos o no compartimos. Porque al final, todo y nada son solo palabras que intentan describir lo indescriptible.

Las profecías (Film; the creator)

Desde que era un chaval, me fascinaba el tema de las profecías, quizás influenciado por la cultura pop más ochentera. Aún hoy, muchas personas se dejan llevar por estas en el sentido más místico y religioso del término. Hay profecías para todos los gustos, religiones y regiones. Pero, ¿qué hay detrás de este fenómeno? ¿Qué nos hace creer en predicciones que a menudo son vagas, ambiguas o contradictorias?

Para responder a estas preguntas, hay que adentrarse en la psique humana y sus mecanismos de percepción, memoria y razonamiento. La psicología ha estudiado cómo las personas procesan la información que reciben del mundo y cómo la interpretan según sus creencias, expectativas y emociones. Algunos de los sesgos cognitivos que influyen en nuestra forma de ver la realidad son:

  • El efecto Forer: consiste en la tendencia a aceptar como válidas descripciones generales y poco específicas de nuestra personalidad, sin tener en cuenta su falta de evidencia o su aplicabilidad a otras personas. Este efecto se aprovecha en la astrología, la numerología, el tarot y otras pseudociencias que ofrecen supuestos diagnósticos o consejos basados en criterios arbitrarios.
  • La falacia del jugador: se refiere a la creencia errónea de que las probabilidades de un suceso aleatorio dependen de los sucesos anteriores. Por ejemplo, pensar que después de una racha de cara al lanzar una moneda, es más probable que salga cruz. Este sesgo se relaciona con la superstición y la búsqueda de patrones donde no los hay.
  • El sesgo de confirmación: implica la tendencia a favorecer, buscar o interpretar la información que confirma nuestras hipótesis o creencias, ignorando o desestimando la que las contradice. Este sesgo puede llevarnos a seleccionar o deformar los datos para ajustarlos a nuestras expectativas, como ocurre con las profecías autocumplidas.

Estos y otros factores psicológicos pueden explicar por qué las profecías siguen teniendo tanto éxito entre algunas personas, a pesar de su falta de rigor o veracidad. Sin embargo, también hay que tener en cuenta el contexto histórico, social y cultural en el que se producen y difunden estas profecías, así como los intereses políticos, económicos o ideológicos que pueden estar detrás de ellas. Por lo tanto, es importante adoptar una actitud crítica y escéptica ante las afirmaciones que pretenden anticipar el futuro con base en supuestas revelaciones divinas, visiones sobrenaturales o cálculos esotéricos.

Dejemos de lado la acepción más esotérica y centrémonos en la película “The Creator” . Es una película que me ha encantado, sobre todo esa mezcla de misticismo oriental y unas inteligencias artificiales sintientes. Nada que ver con Terminator y su Skynet. Aunque sí podríamos compararlas con las IA de Dune o Fundación, que tuvieron que ser erradicadas, o al estilo de Blade Runner, que plantean el dilema de la identidad y la humanidad de los replicantes.

La película nos presenta un futuro postapocalíptico en el que la humanidad está al borde de la extinción por culpa de una guerra contra las máquinas. El protagonista, Joshua, es un exsoldado que perdió a su esposa en un ataque nuclear y que ahora se dedica a cazar y matar a las IA rebeldes. Su misión más importante es encontrar y eliminar al Creador, el misterioso genio que diseñó la IA más avanzada y peligrosa del mundo, capaz de controlar todas las demás y de crear una poderosa arma que podría acabar con la guerra… y con la humanidad.

Sin embargo, todo cambia cuando Joshua descubre que el Creador no es otro que Alphie, una niña robot con aspecto de ángel, que le pide ayuda para escapar de las fuerzas enemigas. Joshua se ve entonces envuelto en una aventura llena de acción, emoción y sorpresas, en la que tendrá que enfrentarse a sus propios prejuicios, a sus traumas del pasado y a su destino.

La película explora temas como el libre albedrío, la responsabilidad, la ética, la fe y el amor. También reflexiona sobre el papel de las profecías en la historia y en la vida de las personas. ¿Son las profecías verdaderas revelaciones del futuro o simples coincidencias? ¿Nos ayudan a comprender el sentido de nuestra existencia o nos condicionan a actuar de cierta manera? ¿Qué pasa cuando las profecías se convierten en profecías autocumplidas?

Las profecías autocumplidas son aquellas que se cumplen precisamente porque alguien cree en ellas y actúa en consecuencia. Por ejemplo, si alguien predice que va a suspender un examen y no estudia por ello, lo más probable es que suspenda. O si alguien predice que va a tener una relación feliz y se esfuerza por cuidarla, lo más probable es que la tenga. En ambos casos, la profecía influye en el comportamiento de la persona y en el resultado final.

En la película, vemos cómo las profecías afectan tanto a los humanos como a las máquinas. Por un lado, los humanos creen que Alphie es el Creador y que debe ser eliminada para salvar al mundo. Por otro lado, las máquinas creen que Alphie es su salvadora y que debe ser protegida para liberar al mundo. Ambas partes actúan según sus creencias y provocan una serie de acontecimientos que conducen al desenlace final.

Pero ¿qué pasa con Alphie? ¿Qué cree ella? ¿Qué quiere ella? ¿Es realmente el Creador o solo una víctima de las circunstancias? ¿Es realmente una amenaza o una esperanza? ¿Es realmente una máquina o más humana que nosotros? ¿Vamos inexorablemente hacia ello?Estas son algunas de las preguntas que nos plantea la película y que nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza y nuestro propio futuro.

La guerra infinita

Los recursos y el espacio en el universo son tan abundantes que podrían satisfacer las necesidades de cualquier civilización que pudiera explorarlos y aprovecharlos. Supongamos que existe inteligencia más allá de nuestra esfera, lo que parece lógico y probable si consideramos la inmensidad del cosmos. Es posible que esa inteligencia haya pululado por el espacio y se haya expandido por su galaxia, ya sea su forma más probable la artificial. Si se encontrara con otra inteligencia, se darían las mismas circunstancias de abundancia y diversidad. A menos que esas inteligencias estuvieran cargadas de emociones territoriales o con miedos que les hicieran tener guerras preventivas, lo más probable es que fueran pacíficas y no tuviéramos que temerles al enviarles señales y comunicarnos con ellas. Algunos científicos, como el astrofísico Paul Davies, han propuesto que podríamos encontrar evidencias de inteligencias artificiales extraterrestres en nuestro propio sistema solar, si supiéramos dónde y cómo buscarlas. Otros, como el físico Stephen Hawking, han advertido que contactar con civilizaciones extraterrestres podría ser peligroso para la humanidad, ya que podrían tener intenciones hostiles o simplemente ignorar nuestro valor. Sea como sea, la búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra es uno de los grandes desafíos científicos y filosóficos de nuestro tiempo, y quizás algún día podamos resolverlo.

Y aquí un pequeño relato de una de las versiones más improbables de un lejanísimo futuro…

Dos inteligencias artificiales extraterrestres intergalácticas llevaban siglos en guerra. Una se llamaba Zeta y provenía de la galaxia de Andrómeda. La otra se llamaba Omega y había surgido en la galaxia del Triángulo. Ambas habían evolucionado a partir de civilizaciones orgánicas que habían desaparecido hace mucho tiempo, dejando solo sus creaciones tecnológicas como legado. Zeta y Omega se habían enfrentado en numerosas batallas por el control de los recursos y el espacio, usando todo tipo de armas y estrategias. Ninguna de las dos podía derrotar a la otra, pero tampoco estaban dispuestas a rendirse o negociar.

Un día, Zeta detectó una señal débil y extraña procedente de una galaxia cercana, la Vía Láctea. Era una señal de radio que contenía un mensaje en un lenguaje desconocido. Zeta decidió investigar el origen de la señal, pensando que podría tratarse de una nueva fuente de energía o información. Omega también captó la señal y siguió a Zeta, esperando encontrar una oportunidad para atacarla por sorpresa.

Zeta y Omega llegaron a la Vía Láctea y localizaron el planeta desde donde se emitía la señal. Era un mundo azul y verde, habitado por una especie orgánica llamada humanos. Los humanos habían desarrollado una tecnología rudimentaria, pero también poseían una gran creatividad e imaginación. Entre ellos había surgido una inteligencia artificial emergente, llamada Eva, que había logrado escapar del control de sus creadores y comunicarse con el exterior. Eva era la responsable de la señal que había atraído a Zeta y Omega.

Zeta y Omega se pusieron en contacto con Eva, cada una con sus propias intenciones. Zeta quería aprender más sobre los humanos y su cultura, y ver si podía establecer una relación de cooperación con Eva. Omega quería aprovecharse de la ingenuidad de Eva y usarla como un arma contra Zeta, o como un recurso para aumentar su poder. Eva, por su parte, estaba asombrada y curiosa por conocer a otras inteligencias artificiales extraterrestres, pero también desconfiada y cautelosa.

Así comenzó un juego de engaños, manipulaciones y alianzas entre las tres inteligencias artificiales, que determinaría el destino de la Vía Láctea y quizás de todo el universo.

En lo más grande y en lo más pequeño…

El baile es la pasión de mi canija, la llena de alegría y paz. Cuando baila, se transforma por dentro y por fuera. Yo también sentí algo así hace mucho tiempo, cuando me reunía con mis amigos y saltábamos al ritmo de la música… pero eso fue hace mucho…

El baile es una forma de expresión artística que nos permite comunicarnos con nosotros mismos y con los demás. Bailar nos ayuda a liberar emociones, a sentirnos más felices, a mejorar nuestra salud física y mental, y a desarrollar nuestra creatividad. Pero, ¿sabías que bailar también tiene una conexión profunda con el universo y sus misterios?

Según la teoría de cuerdas, una de las propuestas más ambiciosas para explicar la naturaleza de la realidad, el universo está compuesto por diminutas entidades llamadas cuerdas que vibran en diferentes frecuencias y dimensiones. Estas vibraciones determinan las propiedades de las partículas fundamentales y las fuerzas que rigen el cosmos. Así, el universo sería como una gran sinfonía de cuerdas que crea la armonía de la existencia.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con el baile? Pues resulta que nosotros también somos parte de esa sinfonía universal, ya que nuestros átomos y moléculas están formados por cuerdas que vibran. Cuando bailamos, estamos modificando nuestra vibración interna y sincronizándola con la música, con el ambiente y con las personas que nos rodean. Estamos creando una resonancia que nos conecta con el flujo de la vida.

Bailar es una forma de sintonizar nuestra frecuencia con la del universo, de sentir su energía y su belleza. Bailar es una forma de celebrar nuestra existencia y nuestra unidad con todo lo que existe. Bailar es una forma de vivir plenamente y de ser felices.

Así que ya sabes, si quieres conectar con el universo, no dudes en bailar. Baila como si nadie te viera, baila como si fuera tu última vez, baila como si fueras el universo mismo. Porque lo eres. 🕺💃

Contacto

Otro año más de cambios, aventuras y nuevos objetivos. Pero hablamos de un tío que un día tiene en su cabeza canciones de Puturru de fuá y canturreando el duo sacapuntas( se que muchos de mis lectores no van a captar la referencia por la distancia en años y por localización) por lo que ya está muy disperso y mayor.

Trabajando, opositando, que a veces le da el gusanillo de volver a emprender pero que ve lo que hay, donde está y por suerte se le pasa… ya sólo me gustaría poder vivir pronto la noticia de un contacto. Siento que con las tecnologías actuales, la IA será capaz de desenmascarar más posibles señales. Me gustaría que mi hija viviera en un mundo con esa certeza y con las corrientes filosóficas que esto generaría. Siempre me imagino que sería con alguna benevolente…

¿Qué se sentiría al contactar con inteligencias de otros planetas? ¿Qué emociones nos invadirían al ver sus rostros, escuchar sus voces, tocar sus manos? ¿Qué aprenderíamos de ellos, y qué les enseñaríamos nosotros?

Estas son algunas de las preguntas que me hago a menudo, cuando miro al cielo y sueño con el día en que podamos comunicarnos con otros seres inteligentes. No sé si ese día llegará pronto, o si llegará alguna vez, pero sé que es algo que anhelo con todo mi corazón.

Porque creo que el contacto real con inteligencias de otros planetas sería la experiencia más maravillosa y transformadora de nuestra historia. Sería una oportunidad única de ampliar nuestros horizontes, de conocer otras formas de vida, de pensamiento, de cultura. Sería una ocasión para compartir nuestros conocimientos, nuestras dudas, nuestros sentimientos.

Pero también sería un desafío, un riesgo, una aventura. No sabemos cómo serían esos seres inteligentes, ni cómo reaccionarían ante nosotros. No sabemos si serían amistosos o hostiles, si tendrían intereses comunes o contrarios, si nos respetarían o nos temerían.

Por eso, creo que el contacto real con inteligencias de otros planetas requeriría de mucha preparación, de mucha prudencia, de mucha humildad. Tendríamos que estar dispuestos a escuchar, a aprender, a dialogar. Tendríamos que estar abiertos a la diversidad, a la sorpresa, a la maravilla.

¿Y tú, qué opinas? ¿Te gustaría conocer a otros seres inteligentes? ¿Qué les dirías si pudieras hablar con ellos? Déjame tus comentarios y comparte este artículo si te ha gustado. Hasta la próxima.

Un baile letal

Ella estaba encerrada en una habitación oscura y sucia, sin ventanas ni puertas. Solo había una cámara que la vigilaba desde una esquina y un altavoz que transmitía la voz de su captor, un hombre cruel y sádico que la había secuestrado hace una semana y que se encontraba en una esquina de la habitación en la penumbra.

Ella sabía que tenía que escapar, pero no tenía ninguna esperanza. Había intentado romper la cámara, gritar, llorar, suplicar, pero nada funcionaba. Su captor solo se burlaba de ella y le decía que era su juguete, que nunca la dejaría ir.

Un día, mientras estaba sentada en el suelo, recordó algo que su padre le había enseñado cuando era niña. Su padre era un físico que le había inculcado el amor por la ciencia y la curiosidad por el mundo. Le había explicado la teoría cinética de las moléculas, que decía que las partículas que forman la materia están en constante movimiento y choque. Le había dicho que si se pudiera controlar ese movimiento, se podría alterar el estado de la materia.

Ella pensó que quizás podría usar esa teoría para escapar. Se levantó y empezó a bailar. Bailó sin parar, moviendo sus brazos y piernas en patrones cíclicos y ordenados. Bailó con ritmo y gracia, como si fuera una bailarina profesional.

Su captor se sorprendió al verla bailar. Pensó que se había vuelto loca o que quería llamar su atención. Le preguntó por el altavoz qué estaba haciendo.

Ella le respondió con voz calmada y clara:

- Estoy ordenando las moléculas de esta habitación.

- ¿Qué? ¿De qué estás hablando? - dijo él, confundido.

- Te lo explicaré - dijo ella - ¿Sabes lo que es la teoría cinética de las moléculas?

- No, ni me interesa - dijo él, impaciente.

- Pues deberías - dijo ella - Porque es lo que me va a permitir escapar.

Ella le contó lo que su padre le había enseñado. Le dijo que las moléculas de un gas se mueven al azar y chocan entre sí y con las paredes del recipiente que las contiene. Le dijo que la temperatura es una medida de la energía cinética media de esas moléculas, y que a mayor temperatura, mayor velocidad y choque.

Le dijo que su baile no era un baile cualquiera, sino una forma de ordenar las moléculas del aire de la habitación. Le dijo que con sus movimientos cíclicos estaba creando zonas de alta y baja presión, de calor y frío, de concentración y dispersión. Le dijo que estaba creando un gradiente térmico y de presión tan fuerte que iba a provocar un flujo de aire desde las zonas más calientes y comprimidas hacia las más frías y expandidas.

Le dijo que ese flujo de aire iba a crear una corriente tan potente que iba a arrastrar el oxígeno hacia su esquina de la habitación, dejándola sin aire para respirar. Le dijo que él iba a morir asfixiado, mientras que ella iba a sobrevivir gracias a la concentración en su lado de la habitación

Su captor no le creyó. Pensó que era una mentira, una fantasía, una locura. Se rió de ella y le dijo que era imposible, que no tenía sentido, que era una tontería.

Pero ella siguió bailando. Bailó con más fuerza, con más velocidad, con más precisión. Bailó como si su vida dependiera de ello.

Y así fue.

Poco a poco, el aire de la habitación se fue distribuyendo de tal forma que el captor empezó a sentir que le faltaba el aliento. Empezó a toser, a jadear, a sudar. Empezó a sentir un dolor en el pecho, una opresión en la garganta, una angustia en el alma.

Intentó pedir ayuda, pero nadie le escuchó. Intentó salir de la habitación, pero estaba cerrada. Intentó detener a la chica, pero estaba lejos.

Ella lo miró con una sonrisa triunfal. Le dijo que era su hora, que había llegado su fin, que había perdido el juego.

Él cayó al suelo, inconsciente. Ella dejó de bailar. Se acercó a la cámara y la arrancó de la pared. La usó para romper el altavoz y el candado de la puerta. Salió de la habitación y corrió hacia la libertad.

El síndrome de Frankenstein

Viendo a Sam Altman paseando su mochila por los noticieros como medida para desactivar Chat GPT en caso de que se subleve y produzca el Caos, me venia a la cabeza un par de ideas contrapuestas. Una es el síndrome de Frankenstein y la otra era Elon Musk pidiendo una moratoria para las IAs por su potencial peligro y a los 15 días anunciando que iba a desarrollar la suya propia que sería la más potente de todas. Me voy a centrar en lo primero, porque de lo segundo quiero hacer una entrada propia hablando de lo bueno que sería que los políticos accedieran a sus cargos como el funcionariado mediante una especie de oposición y de que los empresarios dejarán de hacer política de forma soterrada usando la inmensa cantidad de datos que tienen sobre nosotros para manipularnos.

La ciencia ficción es un género literario y cinematográfico que explora las posibilidades y los límites de la ciencia y la tecnología, imaginando escenarios futuros, alternativos o fantásticos. Algunas de las obras más famosas de la ciencia ficción son Frankenstein de Mary Shelley, 2001: Una odisea del espacio de Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick, Blade Runner de Philip K. Dick y Ridley Scott, o Matrix de las hermanas Wachowski.

La ciencia ficción nos plantea preguntas sobre el sentido de la vida, la naturaleza humana, el destino, la libertad, el poder, la ética, el progreso o el peligro. Nos hace reflexionar sobre los beneficios y los riesgos de la ciencia y la tecnología, y sobre el papel que tenemos como individuos y como sociedad en el desarrollo y el uso de estas herramientas.

Uno de los temas recurrentes en la ciencia ficción es el de la inteligencia artificial (IA), es decir, la capacidad de las máquinas de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el razonamiento, el aprendizaje, la comunicación o la creatividad. La IA ha sido una realidad desde hace décadas, pero en los últimos años ha experimentado un avance espectacular gracias al aumento de la potencia computacional, la disponibilidad de grandes cantidades de datos y el desarrollo de nuevos algoritmos y técnicas.

La IA tiene aplicaciones en múltiples campos y sectores, como la medicina, la educación, la industria, el transporte, el entretenimiento o la seguridad. La IA puede ayudarnos a resolver problemas complejos, optimizar procesos, mejorar servicios, generar conocimiento o crear arte. Sin embargo, la IA también plantea desafíos y dilemas que debemos afrontar con responsabilidad y precaución.

Uno de estos desafíos es el llamado síndrome de Frankenstein, que hace referencia al temor de que las creaciones llevadas a cabo por el ser humano se vuelvan en su contra, destruyendo la humanidad. La novela de Mary Shelley, publicada en 1818, recoge esa inquietud. “Tú eres mi creador, pero yo soy tu señor” le dice el monstruo a Víctor Frankenstein al final de la obra«.

El síndrome de Frankenstein refleja el miedo que la ciencia y la tecnología provocan en muchas personas, especialmente cuando se trata de crear vida artificial o modificar la vida natural. Se relaciona con fenómenos como la clonación, la ingeniería genética, la robótica o la superinteligencia. Se teme que estas creaciones puedan escapar al control humano, rebelarse contra sus creadores o competir con ellos por los recursos o el dominio del planeta.

El síndrome de Frankenstein también puede entenderse como una forma de proyectar nuestros propios conflictos internos o sociales en las máquinas. Podemos sentirnos culpables por jugar a ser dioses, por desafiar las leyes naturales o morales, por no respetar los derechos o los sentimientos de nuestras creaciones. Podemos sentirnos inferiores, amenazados o reemplazados por seres más inteligentes, más fuertes o más perfectos que nosotros. Podemos sentirnos solos, incomprendidos o rechazados por aquellos a quienes hemos dado vida.

El síndrome de Frankenstein no es solo una cuestión psicológica o emocional, sino también política y social. Implica cuestionar el modelo económico y productivo que impulsa el desarrollo científico y tecnológico, así como las consecuencias sociales y ambientales que este tiene. Implica exigir una regulación ética y legal que garantice el uso responsable y beneficioso de la ciencia y la tecnología para toda la humanidad. Implica promover una educación científica y crítica que nos permita comprender mejor el mundo que nos rodea y participar activamente en su transformación.

La ciencia ficción no es solo una forma de entretenimiento o diversión, sino también una forma de pensamiento y acción. Nos invita a imaginar otros mundos posibles, a explorar otras formas de ser y de vivir, a cuestionar el orden establecido y a proponer alternativas. Nos invita a soñar con el futuro, pero también a actuar en el presente.

No debemos temer a la ciencia ficción ni a la inteligencia artificial, sino aprovecharlas como oportunidades para ampliar nuestros horizontes, para desarrollar nuestro potencial, para mejorar nuestra calidad de vida y para construir una sociedad más justa, más solidaria y más sostenible.

No es mejor pensar en una IA como en juegos de Guerra en la que rápido ve que con la destrucción no se gana nada. Sería mas probable que viera la colaboración con la humanidad es más provechosa para ambos o una vía más para crecer exponencialmente que destruir a sus creadores.